Por Dimistris Konstantakopoulos*
Oct.31,2021
– El objetivo último era y aún es poner ese radicalismo al servicio de las fuerzas más extremistas del propio establishment que lo ha provocado.
Donald Trump y su asesor Stephen Miller estaban preparando un golpe militar “legal” en la primavera de 2020. Miller era y sigue siendo una figura importante en el círculo de Trump. Se le ha descrito como el enlace de Trump con la corriente de la “supremacía blanca”, que lucha en Estados Unidos por ideas no muy diferentes a las de Hitler respecto a la “superioridad de la raza aria”. Miller dirige actualmente un importante think tank “trumpista”.
La conclusión anterior se desprende sin esfuerzo de un artículo publicado por The New York Times el 19 de octubre, basado en el testimonio de altos oficiales militares estadounidenses. Probablemente temiendo sus explosivas implicaciones políticas, el propio establishment demócrata trató entonces de sofocar este caso todo lo que pudo. En cuestión de horas, el artículo fue retirado de la portada de la edición en línea del Times, mientras que no hubo ninguna mención de estas revelaciones en las portadas en línea de The Washington Post, Politico, The Hill, y ABC, NBC, CBS o CNN.
El pretexto para iniciar los planes de imponer la ley marcial en EEUU era hacer frente a la afluencia de inmigrantes procedentes de México, que supuestamente eran una amenaza especial por el Coronavirus, y combatir el narcotráfico.
El plan de Miller, con el apoyo de Trump, consistía en desplegar 250.000 soldados estadounidenses -más de la mitad de los 481.000 que están en servicio activo en el ejército estadounidense y más de los que nunca se han desplegado en Irak o Afganistán- para sellar la frontera entre Estados Unidos y México. Al mismo tiempo -y a pesar de la categórica oposición del presidente mexicano a cualquier operación conjunta con los norteamericanos- las fuerzas armadas estadounidenses invadirían el territorio mexicano con bandas militares de asesinos para matar a los miembros de las bandas de narcotraficantes, como hicieron en Pakistán y Afganistán con los “terroristas islámicos”.
El resultado más probable de la aplicación de dicho plan habría sido la conversión de las principales ciudades estadounidenses, como San Diego, Phoenix y El Paso, en campos militares, enfrentamientos entre los ejércitos estadounidense y mexicano, manifestaciones masivas a ambos lados de la frontera, la creación de un estado de desorden y la imposición de la ley marcial. Las bandas de narcotraficantes podrían haber respondido con ataques violentos en otras ciudades estadounidenses alejadas de la frontera, creando un pretexto para la imposición de la ley marcial también allí. Todo el proyecto era una pura provocación y ciertamente no tenía nada que ver con los problemas de la inmigración o las drogas.
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